La actriz Ángela Molina recibirá el próximo mes de octubre la Medalla de Oro que concede cada año la Academia de Cine por "ser un rostro clave e indispensable de la cinematografía española y haber desarrollado una prolongada carrera, aún en activo, tanto en España como en el ámbito internacional.
Temperamental, divertida, apasionada, cálida, amable y siempre con una sonrisa para los suyos. La mujer más natural del cine español está de enhorabuena. Hija del archiconocido actor y cantante Antonio Molina –es la tercera de ocho hermanos–, estudió ballet clásico, danza española y arte dramático en Madrid. Antes de su primera incursión en la gran pantalla, en No matarás, dirigida por César Fernández Ardavín, llegó a trabajar en un circo en Francia, ejerció como profesora de baile clásico español y protagonizó un reportaje en la revista ‘Fotogramas’, que propició la llamada de Ardavín para participar en su alegato antiabortista convertida en una rubia oxigenada.
Pronto se convertiría en una actriz fundamental en el cine español de la Transición, etapa en la que enfocó su carrera hacia producciones de calidad y compromiso, en muchas ocasiones producciones con una temática política, social e histórica. A mediados de los setenta fue dirigida por Jaime Camino en Las largas vacaciones del 36 y por Manuel Gutiérrez Aragón en Camada negra, pero sería en 1977 cuando en la última película que dirigió Luis Buñuel –Ese oscuro objeto del deseo– compartió el personaje de Conchita con Carole Bouquet y ambas la pantalla con Fernando Rey. Definitivamente sería ese filme su triunfo definitivo, el que le abriese las puertas del mercado europeo y el que la convirtiese en una de las estrellas jóvenes más solicitadas.
Fue imprescindible en el cine de Jaime Chávarri, con el que trabajó en cinco ocasiones –A un dios desconocido, Bearn o la sala de las muñecas, El río de oro y las dos entregas de Las cosas del querer– y musa reconocida de Manuel Gutiérrez Aragón –El corazón del bosque, Demonios en el jardín y La mitad del cielo–. Otras de sus interpretaciones más reconocidas fueron en La sabina, de José Luis Borau; y en Lola, de Bigas Luna. En los ochenta, a la vez que reafirmaba su presencia en España, se dejaba ver en las cinematografías francesa e italiana y hacía incursiones en el celuloide alemán y latinoamericano.
Entre otros premios, ha sido cinco veces candidata a los Premios Goya, y en su haber figuran galardones tan diversos como el David di Donatello, la Concha de Plata, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, el Gran Premio de la Crítica de Nueva York, varios Fotogramas de Plata y la Espiga de Plata de la Seminci, entre otros muchos.
Fuente: Academia de Cine
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